Enclaves geográficos místicos

breve historia del castillo de miravet

Lugares, enclaves geográficos que son mucho más que una sucesiva historia de conquistas de poder, son símbolo y conocimiento del verdadero sentir de los seres humanos, de algunos que aislados llegaron a entender cosas, que no nos han llegado hasta nuestros días. Mirar y sentir es la forma de entender desde dentro. Miravet, Tarragona, 2022.

Lo que es que sea ya, es obvio. Miravet es un conveniente museo expuesto, pero lo que fue es sin duda un misterio que esconde sabiduría en la elección del lugar, donde habitar por parte de algunos elegidos.

En la colina de Miravet, Tarragona, queda en pié y muy restaurado, el Castillo Templario que domina un paisaje espectacular bañado por el Ebro desde 1153, siendo Ramón Berenguer IV quien dona el castillo y las tierras adyacentes a la orden del Temple.

Piedra sobre Piedra porque los caballeros templarios transformaran el castillo que ya tuvo un pasado andalusí, perteneciente al reino de taifa de Tortosa.  Formado por un conjunto de edificios que dan forma a una estructura urbana anterior concentrada en la fortaleza con el nombre de Muràbit, de donde parece obvio es originario el actual nombre de Miravet, para pasar a esa fortaleza de muros lisos altos y enormes que dan testimonio de otra época. Antes de ser conquistado a dichos musulmanes por el Cid en 1099, fue castro romano y este a su vez basamento íbero.

Huellas de la doctrina mística de los sufíes en Al-Andalus, en los nombre toponímicos como es el caso de MURĀBIṬ. La raíz árabe /r-b-ṭ/ tiene un significado general de ‘atadura’, ‘atar’, ‘amarrar’, ‘fijar’, ‘afianzar’ y ‘sujetar’, pero también posee acepciones figuradas o espirituales en el sentido de ‘controlar’, ‘reprimir la expresión’, ‘confortar los ánimos’ o ‘dominarse’.

Etimología del topónimo de Miravet de origen andalusí.

Es este lugar, un pequeño enclave escarpado donde un meandro del Ebro abandona Aragón para adentrarse en Cataluña en el concepto territorial de las sucesivas particiones de los reinos y autonomías, es dónde se ubicaron con anterioridad los ilercavones como así se llamaba a los íberos asentados en las tierras del Ebro. Pero … ¿Quién eran realmente los íberos? ¿Eran autóctonos de la península? El nombre parece que pudiera proceder del nombre del río, posible etimología de Evros, «de curso fácil», pero fuera el nombre que fuera allí estaba el río para todos ellos, y para pudiera ser que para muchos otros. Los griegos también llamaron íberos a un pueblo de la actual Georgia, conocido como iberia caucásica. El misterio y sobretodo el silenció de esta increíble cultura es apasionante.

Lo de los «promontorios» en los íberos, o ilercavones en este caso, era habitual, y muchas veces buscaban lugares mágicos de gran visibilidad a lo alto de algún cerro, colina o montaña, y sobre esta orografía tan particular, una imponente roca arenisca con enorme visibilidad a lo lejos, fue que se estableció una antigua ciudad ibera en el siglo IV a.C. 

Vista desde el que fue el foso del Castillo de Miravet, ahora Parking para visitantes sobre el meandro del Ebro.

A lo lejos está, sin verse, el Mare Nostrum, el Mediterráneo. Tras una sinuosa cordillera litoral de montañas a la izquierda que corresponde al parque natural de LLabería y a su izquierda Serres de Cardó-El Boix. (*) por comprobar este dato.

Más misterios de la zona. Castillos con ese nombre (Miravet) también hay otros, como el que se alza sobre el cerro de Cabanes, dónde parece se encontraron asentamientos humanos en los alrededores que se remontan a la época prehistórica según revelan varios yacimientos neolíticos encontrados. Y en ese mismo promontorio rocoso junto carretera Cabanes a Oropesa, en la comarca cercana a la susodicha de La Plana Alta de la provincia de Castellón, en el valle que forma la Sierra de les Santes y la Sierra d’Orpesa, junto al cauce del río Xinxilla, se encuentra otro castillo de Miravet, y que del mismo modo fue conquistado a los «moros» en la época del Cid Campeador en el año 1091, que al comprobar los datos del origen templario del castillo de Tarragona muestra la gran actividad el caballero Rodrigo Díaz de Vivar por esta zona y otras en su campaña contra el pueblo islámico. Ya entre 1093 y 1103 Sancho Ramírez y Pedro I de Aragón nombraron varios gobernadores con el objeto de contener la invasión de los almorávides, pero no se pudo consolidar la conquista hasta que un siglo más tarde, Jaime I inició la conquista definitiva.