Conducía por una carretera sinuosa y poco transitada de Andalucía. Tal vez secundaria o terciaria, no lo se bien. Entre montañas bajas y barrancos que separan Granada de Jaén, por un lugar poco mencionado desde que estoy aquí, descubierto por la magia de internet y de los que compartimos cosas bonitas que alegran el alma.
Me ha ocurrido muchas veces que allí donde habito de forma no vernácula, que lo especial, lo propio queda más bien oculto de la mirada foránea, y a mi encanta el reto de la aventura del, ya que he llegado hasta aquí me dejo llevar …
…adentrarse, ver y mirar.
Camino de Montefrío, sin conocer muy bien el destino, el programa de música clásica de RNE, «El árbol de la vida.»del domingo toca «Asturias» de mi tocallo Isaac Albéniz, valga la humildad de haber nacido en la misma parte del Planeta que él, porque aquí entre olivos, esas notas se integran perfectamente en el paisaje y ya no son de ningun lugar en concreto y de todos los lugares a la vez.
El arte tiene esa peculiaridad, hacer como si en cada parte del mundo exista una parte de los otros, como si en la esencia de la vida, cupieran todas.
Esa sensación me evoca reflexión, y elocubro como el arte es lo único que nos distingue de otras especies, y su inmenso valor como cohesionador de las diferencias. Algo que otras especies no necesitan cohesionar porque saben como cohabitar al revés que nosotros.
Habré visitado montones de veces Camprodón, pueblo de Gerona natal de Albéniz, y si cierro los ojos con esa música que oigo, también escucho el agua del Pont Nou ( Puente Nuevo) arqueado, medieval, de piedra sobre el rio Ter.
En el arte no hay fronteras, todo se mezcla, el simple hecho de la combinación está el objetivo y verdadero sentido de la obra.
De la mano de ese genio de la música, llego a Montefrio, y sin cartera, mi hijo la había necesitado el día anterior, y por arte de madre, mis prioridades quedaron fuera del bolso.
Ya era tarde porque me había sentado en una cafetería del pueblo, y un humeante cafe lucía en la mesa delante de mi.
-«Mil perdones me he dejado la billetera» le dije al percatarme del embrollo.
El camarero con un gesto agradable y neutro tan solo asitió.
-» Volveré,» le dije.
Sentí como me molestaba equivocarme, y cuánto en realidad debíamos agradecer.
Con poco dinero, poco ví, pero con la voluntad de resarcir mi deuda, daba por hecho mi vuelta en breve a Montefrio. Así que cámara en mano me encaminé hacia la cima de la localidad, claramente perceptible por la perspectiva que dejaba ver lo empinado de las callejuelas. Doy un paseo rápido por esta increíble localidad entre barrancos y arroyuelos que me alegra aun más si cabe la mañana.
Hasta pronto Montefrio, regreso en breve, y en mi próxima visita ampliaré fronteras que me han quedado por explorar:
Como el paraje de «Las Peñas de los Gitanos», lugar situado a unos cuatro kilómetros por la carretera de Íllora. En este lugar se encuentran varias formaciones rocosas o cuevas, cavidades que esculpe el agua en piedras de naturaleza caliza: la de las Tontas, las Cabras, la Raja de la Mora, cueva Alta, cueva de la Alondra … Además del poblado de los Castillejos, y tres necrópolis, ciudades de entierros megalíticas: El Castellón, La Camarilla, y el Rodeo.
Afortunadamente me queda tanto por ver, que tan solo puedo hacer una cosa: VERLO.
Nota editorial
Relato anónimo 30/5/21 15:14